Estábamos también con Martorell en el aeropuerto de Tenerife, esperando nuestros aviones de vuelta. Como ya os hemos dicho, nos conocimos ahí, en Las Canarias. Esteban se había rapado la cabeza como un viejo la noche anterior, en una borrachera. Ellos volaban en un avión a Barcelona que salía a las 14.00, nosotros en uno que salía a las 16.00. Después de despedirnos, descubrimos que nuestro avión en realidad no existía, que todo el rato había sido el mismo que ellos, pero en nuestras mentes lo habíamos convertido en otro que salía más tarde. Total, que perdimos el vuelo y acabamos volviendo a las tantas y pagándolo de nuestro bolsillo. Ellos se enteraron de todo, entre risas, ya en Barcelona.
No sé qué simboliza todo esto, pero así pasó.
Crehuet es un tío de puta madre, insistimos.
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